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salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas las noches D.Manuel Cantero, D.Cirilo Álvarez y D.Joaquín Aguirre, y algunas D.Pascual Madoz.No podía ser, pues, D.Baldomero, por razón de afinidades personales, sospechoso al poder.
influencia se manifestó bien pronto en aquellos humildes rincones de la calle de Postas por la depreciación súbita del género de la China.Nada más sencillo que esta depreciación.Al fundar los ingleses el gran depósito comercial de Singapore, monopolizaron el tráfico del Asia y arruinaron el comercio que hacíamos por la vía de Cádiz y cabo de Buena Esperanza con aquellas apartadas regiones.
nada...Aquel zagalote guapo y desabrido no sabía salir en su conversación de las rutinas más triviales.Su timidez era tan ceremoniosa como su levita de paño negro, de lo mejor de Sedán, y que parecía, usada por él, como un reclamo del buen género de la casa.
dejaba concurrir a los bailes de Villahermosa o de candil, según las aficiones de cada uno.Pero en lo que no hubo variación fue en aquel piadoso atavismo de hacerles rezar el rosario todas las noches.Esto no pasó a la historia hasta la época reciente del traspaso a los Chicos.
domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo.Tú bien te acuerdas.Anda, que también te has reído de mí.Cuando mis padres me hablaron.
Ambos eran trabajadores y muy inteligentes.Alternaban en sus viajes al extranjero para buscar y traer las novedades, alma del tráfico de telas.La concurrencia crecía cada año, y era forzoso apelar al reclamo, recibir y expedir viajantes, mimar al público, contemporizar y abrir cuentas largas a los parroquianos, y singularmente a las parroquianas.
Sabía coger las disciplinas cuando era menester, y sabía ser indulgente a tiempo.Si no le pasó nunca por las mientes obligar a rezar el rosario a un chico que iba a la Universidad y entraba en la cátedra de Salmerón, en cambio no le dispensó del cumplimiento de los deberes religiosos más elementales.
facultades de Barbarita se desarrollaron asociadas a la contemplación de estas cosas, y entre las primeras conquistas de sus sentidos, ninguna tan segura como la impresión de aquellas flores bordadas con luminosos torzales, y tan frescas que parecía cuajarse en ellas el rocío.
había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud.Mi padre era una fiera no me perdonaba nada.Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya...Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros.
sociedad española empezaba a presumir de seria es decir, a vestirse lúgubremente, y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable.Como se habían ido las capas rojas, se fueron los pañuelos de Manila.La aristocracia los cedía con desdén a la clase media, y esta, que también quería ser aristócrata, entregábalos al pueblo, último y fiel adepto de los matices vivos.
quiera, al venturoso hijo de D.Baldomero Santa Cruz y de doña Bárbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dirán quizá hasta que las canas de él y la muerte de los que le conocieron niño vayan alterando poco a poco la campechana costumbre.
Pasaba por la honestidad misma, iba a misa todos los días que lo mandaba la Iglesia, rezaba el rosario con la familia, trabajaba diez horas diarias o más en el escritorio sin levantar cabeza, y no gastaba el dinero que le daban sus papás.A pesar de estas raras dotes, Barbarita, si alguna vez le encontraba en la calle o en la tienda de Arnaiz o en la casa, lo que acontecía muy pocas veces, le miraba con el mismo interés con que se puede mirar una saca de carbón o un fardo de tejidos.
Cordero, sin embargo, no se desanimaba.Su marido empezaba a atontarse ella a ver claro.Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada.
agujas que había en su casa No se acertaban a contar.Como que todo Madrid iba allí a comprar agujas, y su papá se carteaba con el fabricante...Su papá recibía miles de cartas al día, y las cartas olían a hierro...como que venían de Inglaterra, donde todo es de hierro, hasta los caminos.
Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía.
Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena.Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera.Yo qué quieres que te diga, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos.Es de casta honrada, tiene la formalidad en la masa de la sangre.
tenía lo bastante para no aburrirse.Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón.Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades antes bien, se ayudaban cuanto podían.
corrientes seguirían La más marcada era la de las novedades, la de la influencia de la fabricación francesa y belga, en virtud de aquella ley de los grises del Norte, invadiendo, conquistando y anulando nuestro ser colorista y romancesco.El vestir se anticipaba al pensar y cuando aún los versos no habían sido desterrados por la prosa, ya la lana había hecho trizas a la seda.
guardaría el recurso gordo para los casos graves de enfermedad o peligro de muerte.Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre.Cuando comunicaba sus temores a D.
Madrid se inundaba de género a precio más bajo que el de las facturas de D.Bonifacio Arnaiz, y era preciso realizar de cualquier modo.Para compensar las pérdidas de la quemazón, urgía plantear otro negocio, buscar nuevos caminos, y aquí fue donde lució sus altas dotes Isabel Cordero, esposa de Gumersindo, que tenía más pesquis que este.
Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza.
inquietudes de aquella incomparable señora acabaron con el regreso de Juanito. Y quién lo diría Volvió mejor de lo que fue.Tanto hablar de París, y cuando Barbarita creía ver entrar a su hijo hecho una lástima, todo rechupado y anémico, se le ve más gordo y lucio que antes, con mejor color y los ojos más vivos, muchísimo más alegre, más hombre en fin, y con una amplitud de ideas y una puntería de juicio que a todos dejaba pasmados.
hablaba aún de talegas, y la operación de contar cualquier cantidad era obra para que la desempeñara Pitágoras u otro gran aritmético, pues con los doblones y ochentines, las pesetas catalanas, los duros españoles, los de veintiuno y cuartillo, las onzas, las pesetas columnarias y las monedas macuquinas, se armaba un belén espantoso.
Quedábanse Castita y Eulalia atontadas con el aroma asiático, vacilando entre la admiración y la envidia pero al fin no tenían más remedio que humillar su soberbia ante el olorcillo aquel de la niña de Arnaiz, y le pedían por Dios que las dejase catarlo más.
Quedábase pasmada cuando veía los dedos de su mamá sacándolos de las perfumadas cajas y abriéndolos como saben abrirlos los que comercian en este artículo, es decir, con un desgaire rápido que no los estropea y que hace ver al público la ligereza de la prenda y el blando rasgueo de las varillas.
Mauro Requejo.Había empezado el padre por la más humilde jerarquía comercial, y a fuerza de trabajo, constancia y orden, el hortera de 1796 tenía, por los años del 10 al 15, uno de los más reputados establecimientos de la Corte en pañería nacional y extranjera.
Ayún, era como si enterrasen a alguno de la familia y aseguró que si su hermano se obstinaba en quitarlos, ella se los llevaría a su casa para ponerlos en el comedor, haciendo juego con los aparadores.Y en este desabridísimo noviazgo pasaron algunos meses, al cabo de los cuales Baldomero se soltó y despabiló algo.
papás eran muy ricos y no querían que el niño fuese comerciante, ni había para qué, pues ellos tampoco lo eran ya.Apenas terminados los estudios académicos, verificose en Juanito un nuevo cambiazo, una segunda crisis de crecimiento, de esas que marcan el misterioso paso o transición de edades en el desarrollo individual.
comunes las puertas de cuarterones, los baldosines polvorosos, los cerrojos imposibles de manejar y las vidrieras emplomadas.Mucho de esto ha desaparecido en las renovaciones de estos últimos veinte años pero la estrechez de las viviendas subsiste.
conocían el sello de correo, ni los sobres ni otras conquistas del citado progreso.Pero ya los dependientes habían empezado a sacudirse las cadenas ya no eran aquellos parias del tiempo de D.Baldomero I, a quienes no se permitía salir sino los domingos y en comunidad, y cuyo vestido se confeccionaba por un patrón único, para que resultasen uniformados como colegiales o presidiarios.
perspicaz mujer vio el porvenir, oyó hablar del gran proyecto de Bravo Murillo, como de una cosa que ella había sentido en su alma.Por fin Madrid, dentro de algunos años, iba a tener raudales de agua distribuidos en las calles y plazas, y adquiriría la costumbre de lavarse, por lo menos, la cara y las manos.
denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D.Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos.En el reinado de D.Baldomero I, o sea desde los orígenes hasta 1848, la casa trabajó más en géneros del país que en los extranjeros.
tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa.Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella.Los cuidados que al chico prodigaba eran esmeradísimos pero no tenía aquella buena señora las tonterías dengosas de algunas madres, que hacen de su cariño una manía insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de él.
permitía era poner sobre el tablero de ajedrez que estaba en la vitrina de la ventana enrejada entonces no había escaparates, todas las piezas de un juego, no de los más finos, a un lado las blancas, a otro las encarnadas.Barbarita y su hermano Gumersindo, mayor que ella, eran los únicos hijos de D.
aquí nació la idea de dedicar la casa al género blanco, y arraigada fuertemente la idea, poco a poco se fue haciendo realidad.Ayudado por D.Baldomero y Arnaiz, Gumersindo empezó a traer batistas finísimas de Inglaterra, holandas y escocias, irlandas y madapolanes, nansouk y cretonas de Alsacia, y la casa se fue levantando no sin trabajo de su postración hasta llegar a adquirir una prosperidad relativa.
Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo.
desellando poquito a poco hasta que rompió, como un erizo de castaña que madura y se abre, dejando ver el sazonado fruto.Palabra tras palabra, fue soltando las castañas, aquellas ideas elaboradas y guardadas con religiosa maternidad, como esconde Naturaleza sus obras en gestación.
sabían hacerlo sino los que de antiguo tenían la costumbre de manejar aquel artículo, por lo cual muchas damas, que en algún baile de máscaras se ponían el chal, lo mandaban al día siguiente, con la caja, a la tienda de Gumersindo Arnaiz, para que este lo doblase según arte tradicional, es decir, dejando oculta la rejilla de a tercia y el fleco de a cuarta, y visible en el cuartel superior el dibujo central.
escritorio no alteró jamás ciertas tradiciones venerandas del laborioso reinado de D.Baldomero I.Allí no se usaron nunca estos copiadores de cartas que son una aplicación de la imprenta a la caligrafía.La correspondencia se copiaba a pulso por un empleado que estuvo cuarenta años sentado en la misma silla delante del mismo atril, y que por efecto de la costumbre casi copiaba la carta matriz de su principal sin mirarla.
D.Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid.A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos.
ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros.A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana.
cuando se las veía y oía de cerca, resultaban ser unas tiotas relajadas, comilonas, borrachas y ávidas de dinero, que desplumaban y resecaban al pobrecito que en sus garras caía.Contábale estas cosas el marqués de Casa-Muñoz que casi todos los veranos iba al extranjero.
Aparecía como contratista un tal Albert, de origen belga, que había empezado por introducir paños extranjeros con mala fortuna.Este Albert era hombre muy para el caso, activo, despabilado, seguro en sus tratos aunque no estuvieran escritos.Fue el auxiliar eficacísimo de Casarredonda en sus valiosas contratas de lienzos gallegos para la tropa.
escudriñando los troncos de estos linajes matritenses, sería fácil encontrar que los Arnaiz y los Santa Cruz tenían en sus diferentes ramas una savia común, la savia de los Trujillos. Todos somos unos dijo alguna vez el gordo en las expansiones de su humor festivo, inclinado a las sinceridades democráticas, tú por tu madre y yo por mi abuela, somos Trujillos netos, de patente descendemos de aquel Matías Trujillo que tuvo albardería en la calle de Toledo allá por los tiempos del motín de capas y sombreros.
aquellos olfatorios era tremendo.Por último, las dos amiguitas y otras que se acercaron movidas de la curiosidad, y hasta la propia doña Calixta, que solía descender a la familiaridad con las alumnas ricas, reconocían, por encima de todo sentimiento envidioso, que ninguna niña tenía cosas tan bonitas como la de la tienda de Filipinas.